"¡Oh, si que extraño esos días! días en que encontraba satisfacción en mi falta de consciencia, siempre y cuando de auto destruirme se tratara. La libertad de pasar de un Rolling Paper, un pitillo o una jeringa con simplemente estirar mi mano. Con solo apagar el celular tenía la excusa perfecta para perderme del mundo, de "la realidad".
Estuve solo y acompañado, con amigos físicos e imaginarios, con ángeles y demonios, y todas y cada una de esas ocasiones sabía que era algo especial, que no duraría toda la vida y que solo por eso iba a disfrutarlo. No importaba si era subiendo al manzano o a Agua Viva, una voz interna me decía que algo bueno estaba esperando por mí y me llamaba con todo su estimulado pulmón.
Anduve caminando por calles al azar, por calles vacías, y al mismo tiempo rodando como una piedra y aprendiendo a volar, siempre libre como un pájaro. Octubre que trajo consigo un aura romántica, misteriosa y oscura, de madrugadas frías, neblina y luna brillante, o por lo menos así me gusta pensar que fueron todas aquellas noches durmiendo despierto al pie de la cama.
Mientras descendía me quedé pensando y respirando esa energía mística que cubría la ciudad. Sonaba "A Forest" y daba las últimas hojeadas al libro de fotografías de Anton Corbijn, y allí estaban esas extrañas heridas que aparecieron en mis manos y pies la noche anterior. Mientras buscaba dificultosamente una explicación, se disipaban los efectos de ese último click, en ese momento sentí un dolor muy intenso en mi cabeza, como si me estuvieran forzando a usar una especie de corona que por apretada y puntiaguda me lastimaba y me hacía sangrar. Las sensaciones eran muy reales y yo no sabía que estaba pasando, fué cuando sonó la alarma de las 6:45 am cuando supe que soñaba un sueño que no me pertenecía, que no era mío."
13/10/2017
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